La historia arrancó cuando el hoy presidente de Estados Unidos, Barack Obama, conoció a su esposa Michel. Allí comenzó un cuento de hadas para millones de personas que le apuestan a que la diferencia, las minorías y los nuevos líderes políticos tendrán algún chance de escalar en una carrera política, convertirse en millonarios y por supuesto incidir en el destino de la humanidad.
Obama salto a la palestra como candidato político en una competencia sin igual. Debía disputar su nominación como candidato del partido Demócrata en franca lid con una casi segura ganadora: Hillary Clinton.
La senadora Clinton por el Estado de New York, quien además de partir con una diferencia a favor, como mujer tenía tras de sí el respaldo de Bill Clinton, un ex presidente de mucho peso y bien calificado, es decir Obama parecía jugar con el viento en contra y al lanzarse nadie apostaba por su nominación.
Pero Obama no se amilanó, al mejor estilo de los grandes políticos se dedicó a recorrer los 50 Estados en los que buscaba la simpatía de electores, blancos, negros o inmigrantes, todo contaba.
Obama aprovechó para buscar el voto en un Estado poco mencionado en estos temas electorales, como es su tierra natal Hawaii, buscando electores y adeptos que le permitieran postularse como candidato a las elecciones primarias en su partido.
Obama obtuvo el 64,9% de los votos para convertirse en el presidente número 44 de Estados Unidos, en las elecciones generales del 4 de noviembre de 2008, en el denominado Supermartes.
En Estados Unidos, los votantes eligen colegios electorales, el voto no es directo y el proceso se hace más dispendioso y difícil, pero Obama seguía sumando voto a voto, aplicando una novedosa campaña, aunque con algunos tropiezos por sus relaciones con un líder religioso cuestionado en su país.
Obama ganó votantes esquivos, incrédulos y poco amigos de los políticos: los jóvenes. El secreto mágico de Obama estuvo en su pasión por las redes sociales e internet. Allí encontró la manera de convocar a sus adeptos, seducir a quienes todavía no sabían si participarían en las elecciones presidenciales y sobre todo a los medios de comunicación.
Desde entonces el cuento ya se sabe, Obama comenzó a ascender bajo el manto cómplice de los medios de comunicación que comenzaron a exponerlo como “la novedad” en la que parecía iba a ser una aburrida campaña electoral.
Obama tuvo tropiezos, incluso medios de comunicación como la cadena de noticias FOX, abiertamente de tendencia Republicana, comenzaron a husmear en sus orígenes. La historia familiar de sus padres, sus años de adolescente en Hawaii y su paso como congresista en Washington en representación del Estado de Illinois. Incluso comenzó a hablarse de su propia familia. Sus dos pequeñas hijas pasaron la prueba de los ácidos comentarios periodísticos.
Ahí comienza una historia que todavía está en proceso de escribirse. Obama ganó sobrado los comicios. Primero derrotó a Hillary, su rival al interior del partido Demócrata y después le arrebató el poder al partido Republicano, que aspiraba a prolongar en cuerpo ajeno, con el senador John MacCain la administración de George Bush.
Para lograrlo, Obama tomó todo lo que pudo. Primero eliminó su imagen de “novato” desconocedor del Estado o la economía al designar como vicepresidente, su segundo de abordo, a Joe Biden, un hombre mayor, sexapiloso y que se encarga de las sonrisas ante los medios, pero ante todo es el blanco del binomio.
Mientras todo ese proceso se daba, una fuerza silenciosa comenzaba a mirar con interés la ascensión de Obama en la vida pública: los negros y las minorías. Son más de 13 millones de indocumentados en Estados Unidos, que esperan que Obama sea la solución a su problema legal, para convertir en realidad el “Sueño Americano”.
También era la hora para los negros, por primera vez, desde la muerte de Martin Luther King veían que un líder de su propia estirpe podría ser el defensor de su causa y hacer valer los derechos como ciudadanos nativos de la primera potencia del mundo.
Con esa fuerza electoral arrancó Obama su carrera ascendente. Así quedó comprobado no sólo en las urnas sino durante la ceremonia de toma de mando de la Casa Blanca, fueron millones de ciudadanos y hasta turistas que se agolparon a lo largo de la Avenida Pennsylvania en Washington para observar el paso triunfal de su candidato hacia la oficina Oval, despacho de los presidentes de Estados Unidos desde 1902.
Ahora Obama se encuentra en su oficina, debe resolver el futuro de la presencia de Estados Unidos en la guerra con Iraq y el papel que jugará en Oriente. También se enfrenta a un problema que hace tambalear la fe de sus electores y es el efecto de la crisis económica sobre la constante pérdida de puestos de trabajo.
Ante todo, en sus manos está que en el futuro, no sólo los negros, también las mujeres y en general todos aquellos que no han triunfado en la vida pública se atrevan a disputar el poder a los políticos de siempre, ¡las apuestas están sobre la mesa!
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